Los terremotos vividos durante el primer trimestre de embarazo aumentan el riesgo de parto prematuro. Los estudios realizados avalan la hipótesis del efecto negativo que provoca el estrés sufrido durante un terremoto sobre las embarazadas.
El primer estudio que relacionaba el parto prematuro, el bajo peso al nacer y los terremotos se realizó tras el terremoto de Northridge en 1994, en el cual ya se indicó que los terremotos producen un impacto considerable en las embarazadas.
El estudio más reciente al respecto es el realizado tras el terremoto de Chile en 2005. En esta investigación se demuestra que las embarazadas sometidas a una gran actividad sísmica durante los tres primeros meses de embarazo aumentan el riesgo de sufrir partos prematuros frente a las que no han sufrido un terremoto.
De los estudios se observa que, al contrario de lo que podríamos pensar, la actividad sísmica afecta a las mujeres durante el primer trimestre de embarazo, pero no es así en las mujeres que se encuentran más avanzadas en la gestación. Es decir, las embarazadas que durante los tres primeros meses de embarazo experimentan un terremoto ven incrementada la probabilidad de tener un parto prematuro y que su bebé presente bajo peso al nacer.
Este hecho hizo pensar en 2001 a un grupo de la Universidad de California que este tipo de actividad sísmica podría activar algún tipo de reloj placentario, quizá con la activación de alguna hormona liberadora de corticotropina, la cual envía la señal para adelantar el parto.
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