Desde el inicio las pacientes ya tienen que aceptar y asimilar que la maternidad quizás será diferente a la de las demás mujeres. Es entonces cuando empiezan las primeras dudas, miedos e inquietudes.
Es en este momento, cuando el papel del psicólogo entra en juego, ya que tiene la oportunidad de ofrecer a los pacientes apoyo y acompañamiento en esos momentos difíciles. No solo intervienen al inicio de cualquier tratamiento de fertilidad, sino que también acompañan durante todo el proceso. Ayudan a entender emociones que se presentan en el camino, como por ejemplo los miedos, la incertidumbre ante el resultado, la ansiedad generada por aquellos pensamientos recurrentes sobre saber hacerlo bien, el sentimiento de culpa, etc.
Las mujeres y/o las parejas pasan por procesos y situaciones difíciles que conllevan un desgaste emocional, debido a la gran cantidad de toma de decisiones importantes durante el proceso. Por lo que no solo es complicado para ellas, sino que ellos también lo viven y lo sufren.
Todas esas preocupaciones, miedos y frustraciones pueden desembocar en un cuadro de ansiedad o estrés y en determinados casos pueden dar lugar a una depresión post parto. Para evitarlo, se puede trabajar esas situaciones que dan lugar a ansiedad y estrés identificando la emoción y la forma que tiene de manifestarse. Se puede hacer uso del diálogo, la escucha activa y el uso también de técnicas de relajación.
El resultado de poder trabajar la situación que genera ansiedad/estrés a través de estas técnicas es que los pacientes pueden vivir el tratamiento desde una perspectiva más relajada.
En conclusión, el apoyo psicológico en los procesos de reproducción asistida favorece el bienestar de la mujer y/o pareja. Ayuda a minimizar los efectos negativos de las situaciones que generan malestar, dando una respuesta en cada una de las etapas del proceso de fertilidad.
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