En general, con una endometritis es difícil que se logre una gestación, tanto de forma natural como por tratamiento de reproducción asistida. Se pensaba que el útero no tenía flora y, tras múltiples estudios, se vio que no solo tenía flora, como la vagina, sino que además esta flora desempeñaba un papel muy importante a la hora de la implantación embrionaria, y por tanto de la gestación.
La flora debía ser rica en lactobacillus y predominante en estas bacterias saprofitas, pero además no debía de existir la presencia de otras bacterias que pudieran causar desequilibrios de la flora o infección e inflamación del endometrio.
La endometritis puede ser aguda o crónica según el tiempo que lleve instaurada en el endometrio y el infiltrado inflamatorio que se localice y estar causada por múltiples bacterias procedentes de la piel (estreptococos), del tracto intestinal (por ejemplo E. Coli, enterococos) o de transmisión sexual (por ejemplo, Gardnerella, Mycoplasma, Ureaplasma, entre otros).
Cuando estas bacterias que no deben estar presentes en el endometrio lo colonizan esto se traduce en una inflamación y un infiltrado en el endometrio, y esta inflamación afecta a la tolerancia del embrión por parte del sistema inmunológico y el endometrio y no ayuda a la implantación embrionaria. Por ello, cuando hay una endometritis es importante restablecer el ambiente o la flora normal del endometrio mediante aislamiento de la bacteria causante de dicha endometritis, tratamiento antibiótico dirigido según antibiograma y repoblación, seguidamente del endometrio por flora normal y lactobacillus con el uso de probióticos que pueden ser tanto vaginales como orales. Debemos repetir la biopsia una vez terminado el tratamiento para comprobar primero que la bacteria causante de la endometritis ha sido erradicada y segundo, que el porcentaje de lactobacillus es el adecuado para lograr el ambiente que favorezca la implantación del embrión.
