Se trata de un tipo de alumbramiento en el que la mujer da a luz con la mitad inferior de su cuerpo sumergida en agua caliente. Esto favorece la relajación y, por tanto, hace que el parto sea más fácil para muchas mujeres. Además, el paso del vientre materno al exterior es más gradual y menos traumático para el bebé, el cual quedará envuelto por el agua caliente durante sus primeros segundos de vida.
Es importante destacar que no todos los partos pueden darse bajo el agua, pues en algunas condiciones puede resultar contraindicado. Por este motivo, es fundamental consultar siempre con el médico el deseo de dar a luz por inmersión en agua.
Para llevar a cabo este tipo de parto, es necesario que la dilatación uterina haya alcanzado los 3-5 cm. Si la mujer se mete en el agua demasiado pronto, las contracciones pueden ralentizarse. Sin embargo, cuando la dilatación ya es activa, el agua acorta la duración del parto.
Se recomienda que la madre no esté más de dos horas dentro del agua, ya que esto podría relajarla demasiado y complicar la expulsión del feto.
