La técnica de Inseminación Artificial (IA) es un procedimiento sencillo que consiste en depositar los espermatozoides dentro del útero de la mujer. Éstos tienen que hacer el recorrido desde el útero hasta la Trompa de Falopio, para encontrarse con el ovocito, y producir la fecundación. Una vez que el embrión que se ha formado, debe migrar a través de la trompa, hasta el endometrio, donde deberá implantarse.
Cuando una IAC (Inseminación Artificial conyugal con semen de la pareja) falla, hay múltiples factores en juego para analizar por qué no se ha producido la fecundación o la implantación. En una Inseminación Artificial, al igual que en el proceso natural, son protagonistas; las trompas, la calidad ovocitaria, el estado de receptividad del endometrio, factores inmunológicos, factores hematológicos, así como la calidad y morfología del semen el día de la inseminación.
Si la primera IAC no ha tenido éxito, se puede realizar una segunda inseminación o directamente pasar a una técnica más compleja y precisa como es la Fecundación in Vitro- ICSI, donde la selección y fecundación se realiza por el equipo de embriólogos en el laboratorio.
Cuando usamos técnicas como la ICSI (Inyección Intracitoplasmática), realizamos una selección espermática de alta complejidad para seleccionar los mejores espermatozoides de la muestra de esperma, con ello, aumentamos las probabilidades de embarazo, ya que el desarrollo del embrión es controlado en el laboratorio, y se transfiere al útero materno aquel que ha llegado a la fase de blastocisto (4-5º día de desarrollo).
No es necesario optar por el semen de donante hasta que tengamos certeza de que existe un claro factor masculino de infertilidad. Para ello, se debe estudiar mediante otras técnicas espermáticas la calidad y viabilidad del esperma.
