La fecundación in vitro (FIV) es una técnica de reproducción asistida en la que, como su nombre indica, la fecundación del óvulo se produce in vitro, es decir, en el laboratorio. Este procedimiento se puede llevar a cabo de forma clásica o mediante la inyección intracitoplasmática de espermatozoides, conocida como ICSI o FIV-ICSI por sus siglas en inglés.
El objetivo de estos dos métodos de FIV es el mismo: favorecer la fecundación del óvulo por un espermatozoide para dar lugar a un embrión. Sin embargo, existen diferencias entre ambas técnicas.
A continuación tienes un índice con todos los puntos que vamos a tratar en este artículo.
Tanto la fecundación in vitro convencional como la microinyección intracitoplasmática de espermatozoides son procedimientos de FIV. No obstante, generalmente usamos el término FIV para referirnos a la primera y utilizamos el calificativo FIV-ICSI o, simplemente, ICSI para la segunda.
Actualmente, la ICSI se emplea de forma generalizada en numerosas clínicas. Esto quiere decir que no solo se utiliza la ICSI ante problemas de fertilidad en el hombre, sino también ante problemas reproductivos de otra índole, lo que ha dejado a la FIV en un segundo plano.
En este sentido, existe controversia entre profesionales. Hay quienes defienden la aplicación de la ICSI en la mayoría de casos de infertilidad y quienes apuestan por realizar FIV siempre que sea posible, dejando la ICSI únicamente para situaciones en las que la FIV no ofrezca solución.
La elección de tu tratamiento no se trata solo de una decisión médica. Hay otros factores que debes tener en cuenta para asegurarte de que vas a iniciar el tratamiento que más se ajusta a tu situación.
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La diferencia primordial entre ambos métodos de fecundación in vitro es la forma de unir los gametos (óvulo y espermatozoide) en el laboratorio, para que ambos fusionen sus núcleos y den lugar al embrión.
En la FIV clásica, el embriólogo pone en una misma placa de laboratorio el óvulo y una gota de semen con miles de espermatozoides, con el objetivo de que uno de los espermatozoides penetre el óvulo por sí solo, sin ayuda expresa.
Para que esto ocurra, el espermatozoide ha de tener cierta vitalidad y movimiento, pues debe acercarse hasta el óvulo y tener la capacidad de atravesar la zona pelúcida ovocitaria. Si el espermatozoide es de muy mala calidad, este proceso no ocurrirá y, por tanto, no se logrará obtener embriones.
Por otra parte, en la FIV convencional existe una selección natural del espermatozoide que fecunda al óvulo. Esto no ocurre en la ICSI, ya que en esta última técnica, como veremos a continuación, es el embriólogo quien elige el espermatozoide a microinyectar.
Cuando se realiza la técnica ICSI, el embriólogo selecciona el que le parece el mejor espermatozoide, especialmente en relación a su movilidad y morfología, para introducirlo con ayuda de un microinyector en el interior del óvulo.
De esta forma, con la ICSI se da un paso más hacia la fecundación. No obstante, cabe destacar que el hecho de introducir el espermatozoide directamente en el óvulo no necesariamente implica que la fecundación vaya a producirse.
En el caso de la ICSI, no se requiere una elevada calidad espermática, ya que el espermatozoide va a tener una gran ayuda para fecundar al óvulo.
Además de las características mencionadas propias de cada método de fecundación, existen otras diferencias entre la FIV convencional y la ICSI.
La diferencia en el modo de fusionar el óvulo y el espermatozoide hace que las técnicas de FIV e ICSI varíen en otro sentido: la similitud con la fecundación natural.
La FIV se acerca mucho más al proceso fisiológico que ocurre en un embarazo natural, ya que la intervención por parte del embriólogo es menor. En el caso de la ICSI, la manipulación es mucho mayor.
La manipulación que se lleva a cabo puede suponer una ventaja de la ICSI en casos de mala calidad seminal, pero podría resultar contraproducente en otras situaciones.
Por último, no debemos olvidar que la ICSI permite la fecundación en casos especiales como aquellos en los que la muestra espermática se ha obtenido por biopsia de testículo o aspiración de epidídimo.
Existe otra diferencia entre la FIV y la ICSI: la llamada denudación o decumulación de los ovocitos. Este es un proceso que se realiza a los óvulos antes de microinyectar los espermatozoides cuando se va a emplear la técnica de ICSI. La denudación consiste en eliminar las células del cúmulo que rodean al ovocito, para facilitar la introducción del espermatozoide en el mismo.
En la FIV convencional, la decumulación no se hace antes de la fecundación, sino tras esta. La eliminación de las células del cúmulo en la FIV clásica se realiza en el día 1, cuando se va a evaluar si ha habido o no fecundación.
Si bien es cierto que la ICSI permite obtener buenos resultados reproductivos en casos en los que la FIV no sería adecuada, los porcentajes de éxito de ambas técnicas varían mucho en función de factores como:
En los centros de reproducción en los que aplican ambas técnicas, se analizan estos y otros aspectos para valorar cuál es el método que permitirá un mejor resultado en cada caso.
Si el óvulo tiene la zona pelúcida engrosada, es complicado que el espermatozoide sea capaz de atravesarla. Por ello, la ayuda que ofrece la ICSI puede ser necesaria para lograr el embarazo en este caso. Del mismo modo, si el espermatozoide tiene problemas de movilidad (astenozoospermia), es difícil que la fecundación por FIV se produzca.
Por otra parte, en caso de óvulos de mala calidad, es posible que la manipulación que requiere la ICSI suponga un daño extra al ovocito que impida la fecundación.
No hay una técnica mejor que otra, sino que dependerá de cada caso. La FIV presenta una serie de ventajas y desventajas en relación a la ICSI y, en función de la evaluación personal de cada paciente, será mejor aplicar uno u otro método.
Por ejemplo, será mejor aplicar ICSI cuando se disponga de pocos óvulos y en caso de tener una muestra seminal valiosa (como pueden ser las obtenidas por biopsia testicular o en casos de pacientes oncológicos).
También se recurre a la ICSI si se va a realizar un test genético preimplantacional (PGT). De esta manera, se evita que los espermatozoides que quedan adheridos al óvulo en la FIV convencional puedan alterar el resultado del análisis genético.
Por otra parte, cuando se emplean gametos de donantes, puesto que son óvulos y espermatozoides de buena calidad, no será necesario realizar una ICSI, pues la FIV convencional dará buenos resultados.
Una opción que se aplica en algunas clínicas de reproducción asistida es lo que se conoce como ciclo mixto o fecundación combinada.
Esta alternativa consiste en realizar tanto FIV como ICSI en un mismo ciclo, lo cual permite aprovechar las ventajas de ambos procesos.
Para ello, en el ciclo mixto se divide la cohorte de óvulos obtenidos en dos grupos: la mitad se fecundarán mediante FIV convencional y la otra mitad a través de la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI).
Este método suele aplicarse cuando se cuenta con una elevada cantidad de óvulos y las condiciones no permiten tomar una decisión clara por una u otra técnica.
También se opta por el ciclo mixto cuando la mujer o pareja prefiere un proceso más natural, pero las características de su situación no lo permiten.
El Dr. José León Tovar, ginecólogo del centro Ginemed de Huelva, nos explica las diferencias entre la FIV clásica y la microinyección espermática. Tal y como nos cuenta el Dr. León:
La gran diferencia entre la FIV y la ICSI es que en la ICSI cada óvulo es microinyectado con un espermatozoide. Entonces, la fecundación es como más controlada. No es un depósito de óvulos, un depósito de espermatozoides, sino que es cada óvulo se le introduce un espermatozoide en su interior para evaluar la fecundación a las 24 horas.
Si bien hasta hace relativamente poco tiempo la técnica ICSI en una fecundación in vitro era considerada un "extra" (incluso generando un coste añadido), a día de hoy la mayoría de laboratorios de reproducción asistida la consideran una parte más de sus herramientas terapéuticas. De esta forma el equipo de médicos y embriólogos es quienes deciden habitualmente su uso, en función de distintos criterios, como pueden ser: cantidad y calidad de los ovocitos obtenidos, edad de la paciente, proceso de decumulación previo (valorar la madurez del ovocito extraído), causas de la esterilidad, etc.
Por suerte, un gran número de estudios han demostrado que las tasas de fecundación y embarazo con la ICSI son iguales a las de la FIV convencional.
La doctora Inmaculada Díez de Ginemed nos responde en este vídeo. Tal y como nos dice la doctora:
En principio es de mutuo acuerdo con la paciente, pero también depende del motivo por el cual hayamos pasado a una in vitro. La causa más frecuente del fallo de la inseminación o que no te quedes embarazada es un fallo de fecundación. Por lo cual, nosotros a día de hoy recomendamos mucho más la ICSI que la FIV convencional.
El coste de un tratamiento de fecundación in vitro no suele variar en función de la técnica exacta que se aplique. Por tanto, en este sentido, no hay diferencias entre la FIV y la ICSI. El precio medio de ambas es de entre 3.000 y 6.000 euros aproximadamente.
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No, el tratamiento que se sigue es el mismo. A grandes rasgos, los pasos principales de ambas técnicas son:
Por último, aquellos embriones que no se hayan transferido, serán vitrificados para futuras transferencias embrionarias.
Hemos comentado que el proceso a seguir es prácticamente el mismo para la FIV convencional y para la ICSI, a excepción de la decumulación y la forma exacta de unir el óvulo y el espermatozoide. Si quieres conocer el procedimiento completo que se sigue en estas técnicas, te recomiendo consultar este artículo: ¿Cómo es el proceso de la fecundación in vitro paso a paso?
Por otra parte, aunque hemos dicho que en la mayoría de clínicas se aplica ICSI de forma general, existen ciertas indicaciones para esta técnica. ¿Quieres saber cuáles son? Pincha aquí: Indicaciones de la ICSI: ¿cuándo es necesario hacerla?
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