Infertilidad en la Edad Media

Por (embriólogo).
Actualizado el 19/06/2015
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Durante la Edad Media se daban dos interpretaciones de la concepción humana basadas en dos corrientes que procedían de la antigüedad.

Dado que la procreación ha sido siempre algo imprescindible, los médicos de la Edad Media utilizaron distintas recetas para diagnosticar y curar el origen de la infertilidad, atribuida en occidente, siempre a la mujer; ya fuera por obesidad, exceso de calor y/o humedad, o una desproporción de los genitales.

Tratamiento hormonal para la infertilidad

Algo muy común durante esta época era la opoterapia o tratamiento hormonal a base de órganos animales. El recurso más empleado durante la Edad Media, junto con los testículos de toro siempre presente en el recetario culinario hispano, fueron las criadillas de liebre.

Criadillas de liebre

Pero si bien, generalmente, la “criadilloterapia” era pautada a los varones de virilidad dudosa, las de liebre fueron el principal tratamiento recetado también a la mujer bajo la antigua creencia de que éste era un animal hermafrodita capaz de fecundarse a sí mismo.

En esta época, los tratamientos para la infertilidad estaban más cercanos a los ritos o las costumbres y no fue hasta el renacimiento cuando los avances en anatomía y ciencias médicas proporcionaron los conocimientos necesarios para un progreso real.

Medicación extraída de la orina

Curiosamente, el salto a la modernidad lo dio la vuelta a un recurso de gran predicamento en la Baja Edad Media y el Renacimiento, como fue la uroterapia o el uso de las cualidades medicinales de la orina.

Actualmente, encontramos recetas de estimulación basadas en gonadoropinas extraídas de la orina humana:

“Tras la administración diaria vespertina de la dosis pautada de la FSH por vía subcutánea, seguirá, exactamente 16 horas antes de la inseminación, la administración por vía intramuscular profunda de 1500 UI de hCG”

Gonadotropinas de la orina humana

Efectivamente, ya desde los tratados hipocráticos era habitual el recurso a la aplicación de remedios a base de orina, la cual solía usarse, antes del descubrimiento de la destilación, o bien cocida o bien vieja y putrefacta, lo que aumentaba la concentración de sus principios activos. Y efectivamente las más recomendadas eran la de mujer preñada o la de vieja, así como la leche de mujer que estuviese amamantando un hijo varón.

Tras una simple corrección de estilo podemos dar con la misma receta que podría ser extraída de algún texto de alquimia medieval:

“… y en cayendo el sol aplíquese en el vientre, bajo la piel, siete onzas de la orina de una anciana, previamente destilada. Y aplíquelo todos los días. Y la noche antes del ayuntamiento carnal, en el momento justo de salir la luna, inyéctese con aguja en las nalgas, el extracto destilado de la orina de una joven preñada.”

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